Aunque el enfoque de género esté presente en varios ámbitos de la política pública, su aplicación parece darse sólo sobre realidades que acontecen en las grandes urbes. Articular estas miradas, políticas y programas a la ruralidad implica un desafío, pero también la ardua tarea de recolectar datos, sacar conclusiones a través de estos, establecer propósitos y conocer y escuchar a las protagonistas que están en los territorios.
Los últimos datos que exponen la situación de las mujeres rurales son del año 2018. Cuatro años tuvieron que pasar para que el INDEC publique su dossier estadístico evidenciando y resumiendo la disparidad. A priori, podemos indicar que los números muestran que la inequidad presente en las ciudades también aparece en las grandes y pequeñas extensiones de tierra.
Las cifras no son sólo cifras. Para Patricia Gorza, presidenta de Mujeres en la Ruralidad Argentina, el relevamiento es más que importante porque “es la única herramienta que permite generar políticas públicas adecuadas”. “Sin información, todas las medidas que se tomen tanto desde las instituciones como desde el Estado pueden no reflejar las necesidades reales de los territorios”, resumió.
“También es muy común que cuando planteamos estos temas se los descalifique por ser infundados. Estos datos hacen que nadie pueda decirnos que es una percepción. En el ámbito rural la desigualdad es un hecho”, sentenció Gorza tras ser consultada por FECOFE.

Hace varios días, en su cuenta de Instagram, Pato se ocupó de desglosar cada una de las diapositivas del dossier, agregando sus conclusiones a los números. La información afirma que de las 210.664 explotaciones agropecuarias existentes en nuestro país, solo 43.108 (20%) están gestionadas por mujeres, mientras que 103.709 (78%) son manejadas por hombres. Además, ese 20% cuenta, en mayor medida, con sólo 20 hectáreas o menos.
Por otra parte, de las 43 mil mujeres poseedoras de tierras, el 52% pertenece al rango etario de 40 a 64 años. Además, el 50% del total sólo alcanzaron un nivel educativo primario, mientras que un 23% cuenta con estudios secundarios. Estos números demuestran “la falta de oportunidades para las jóvenes”, dado que “ el rango etario de las productoras representando a menores de 40 años son sólo el 6%”, detalló la presidenta, quién es productora ganadera de la zona de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires.
En cuanto al nivel académico, la ausencia de políticas que incentiven la continuidad de los estudios es notoria, y el bajo porcentaje de mujeres con nivel terciario y universitarios evidencia las nulas posibilidades que una familia rural tiene de enviar a sus jóvenes a completar su formación, explicó Gorza en uno de sus posteos. Y afirmó: “Son dos datos contundentes que nos interpelan a pensar y trabajar para una ruralidad que se desarrolle de la mano de la juventud”.
Construyendo feminismo rural
Para combatir estas inequidades, en carácter de Organización No Gubernamental (ONG), surgió Mujeres en la Ruralidad Argentina. Al respecto, Patricia declaró en una nota radial a Agro 9 que el objetivo de la entidad es “lograr la equidad de género en todo el sector”.
En este caso, hablamos de un sector amplio: desde sus inicios, la agrupación se preocupa por tener como sujeto de representación a una “mujer rural” que va “más allá de la propietaria o la productora”. “El entramado de mujeres que trabajan en la ruralidad es enorme: desde una docente que trabaja en una escuela rural hasta una científica del conicet cuya función es desarrollar ciencia y tecnología para la producción. Desde la periodista agropecuaria a las trabajadoras rurales o una cooperativista. Es un abanico muy grande y por eso nuestro nombre oficial es Mujeres en la Ruralidad Argentina”, indicó la referente.
En ese sentido, así como no hay un sólo ámbito rural homogéneo, las demandas que tienen las mujeres rurales también son diversas. En síntesis, “pedimos una política de estado productiva e integral a todo el país y en todas las escalas”, señaló.
Y eso es lo que se busca desde la ONG y en lo cual están trabajando con acciones concretas: incidir y promover políticas públicas que tengan impacto en la generación de igualdad y equidad, además de “visibilizar a las mujeres rurales y ponerlas en primera persona a la hora de tener voz”, aseguró Gorza.
Finalmente, Pato enfatizó en la urgencia de construir desde la ruralidad un “feminismo que contemple las necesidades del territorio, respetando la diversidad cultural que esto implica”, con el fin de trasladar a la agenda de los movimientos las demandas del sector, “entendiendo la complejidad del entramado que componemos las mujeres rurales”.